“¡Qué maternidad tan gloriosa! ¡Dar almas a Dios y sustentarlas en el sacrificio! Si no es para salvar almas, no vale la pena vivir”. Las almas nos necesitan en todo el mundo.
Por su actitud ante el mundo y a ejemplo del precursor es enviada la Misionera Clarisa a preparar los caminos del Señor. Su actitud la constituye ante los hombres mensajera de la verdad que hace libres. Esta actitud la dispone a irradiar a Cristo y a anunciar el amor personal infinito del Padre en los apostolados específicos de la Congregación:






La misionera clarisa se aplica a mostrar su amor fraterno por la comprensión, por el espíritu de servicio, de amor y paz. La caridad mueve a cada una de las hermanas a no vivir para sí, sino para los demás.