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Madre Ma. Inés Teresa del Santísimo Sacramento: un himno de gratitud

Nació en Ixtlán del Rio, Nayarit, México, el 7 de julio de 1904, y fue bautizada con el nombre de María Manuela de Jesús, siendo sus padres el Lic. Eustaquio Arias Arróniz, y Dona María Espinosa y López Portillo; ambos originarios de Guadalajara, Jalisco. Fue la quinta de ocho hijos.

En septiembre de 1924, una amiga le prestó el libro de Santa Teresita de Jesús. En la lectura de “Historia de un alma”: “…no sólo encontré mi vocación, sino a Dios de una manera muy especial en mí”.

En octubre del mismo año, durante el Congreso Eucarístico Nacional, celebrado en Colima, México; Manuelita tuvo un fuerte encuentro espiritual con Jesús Eucaristía, que ella llamó su «momento de conversión», como lo leemos en su diario: “Jesús Eucaristía al pasar cerca de mí, dejó caer sobre mi alma una de esas miradas que tienen el poder de conmover, de transformar «Sígueme» no profirieron otra palabra sus labios, y ya el corazón se fue tras él”.

La suspensión del culto público en 1926 pone en su vida, una nota de dolor y de esperanza, ella escribe al respecto: ”… después de muchas penas interiores, dado el anhelo creciente de mi alma de serle ya toda suya, pude al fin ingresar; a la comunidad de Clarisas Sacramentarias, de clausura, que estaba exiliada en Los Ángeles, California, debido a la persecución religiosa en México“.

En 1929 ingresó al Monasterio de Clarisas Sacramentarias, en los Ángeles, California. Al vestir el hábito de la Orden, el 8 de diciembre, le fue dado un nuevo nombre: María Inés Teresa del Santísimo Sacramento.

El 12 de diciembre de 1930, pronuncia sus votos temporales, en la iglesia misión de Santo Toribio, en Los Ángeles, California, ante una imagen de la Santísima Virgen de Guadalupe la alegría que la inundaba se refleja en estas palabras: “Ese día “ella me hizo una promesa… y yo le prometí solemnemente en el fondo de mi corazón que la haría amar del mundo entero…”

Fue Clarisa Sacramentaria 16 años, como podemos leer en sus escritos: “ Y fue en este tiempo, en donde se fue madurando más y más mi deseo de ser misionera no solo por la oración y el sacrifico ocultos, sino por el deseo de hacer lo que tanto nos aconseja San Pablo: enviar evangelizadores, a los países de infieles y así conquistar muchas almas para Dios”.

En 1945 salió a fundar la Congregación de Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento y nos expresa de esta forma su sentir: “Fue para mi alma una garantía muy grande contar con la aprobación de mi superiora y de todo el Consejo de la comunidad. El Excelentísimo señor Don Francisco González Arias obispo de Cuernavaca, al escuchar mis deseos de fundar una obra misionera, la aceptó desde el primer momento y él envió a la Santa Sede las Preces solicitando el permiso”.

El 22 de junio de 1951, la Santa Sede concede la transformación de Clarisas de clausura en una Congregación Misionera de Derecho Pontificio, con el nombre de Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento; con el Instituto, nace también Vanguardias Clarisas (Vanclar) y misioneros seglares su alegría se transmite en estas palabras“… Y llegó el momento de partir en todas direcciones, iniciándose así la serie de fundaciones entre cristianos y no cristianos: “Tómame Señor, como instrumento de tu gloria, y llévame… no te arrepentirás de haberme enviado… quiero hacerte amar, tanto, tanto” permíteme “Llevar la imagen de nuestra Señora de Guadalupe para que Ella, con su ternura maternal, deposite a su Hijo divino en los corazones de tantos hermanos nuestros que tienen hambre de Dios sin saberlo”.

En 1979 fundó también un instituto masculino, los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal, con frecuencia decía: “encomiendo a la congregación, estas dos ramas de nuestra familia misionera: el grupo de vanclaristas, y los misioneros de Cristo. Todos viviremos unidos en un mismo espíritu para Dios y por las almas.”

La vida misionera de Madre Inés se caracterizó por su fuego misionero, que la hizo traspasar fronteras y tratar con toda clase de personas. Visitó las diferentes misiones, con el fin de alentar, formar y vivificar a sus hijos en el deseo ardiente de santidad y de la salvación de las almas, concretando el lema: «Urge que Cristo reine».

Por nueve meses aceptó una dolorosa enfermedad con un alegre “Fiat” en sus labios y llena su alma de agradecimiento a Dios. El 22 de julio de 1981, después de haber pronunciado las palabras: “Sí, gracias a Dios, hemos terminado”. Cerró gozosa los ojos a las realidades de este mundo, para abrirlos a las bellezas eternas.

El 31 de octubre de 1992 se realizó la apertura del proceso de beatificación en la diócesis de Cuernavaca, México. Y el 25 de marzo de 1993 en la diócesis de Roma, Italia. Clausurándose en octubre y junio de 1996 respectivamente.

El 17 de junio de 2001, en el rancho “El Rocío”, en las afueras de Guadalajara, tiene lugar el milagro que se constató para su beatificación.

El niño Francisco Javier Carrillo Guzmán, de un año y tres meses de edad, fue encontrado flotando en la alberca de su casa. Su familia de inmediato lo encomendó, con gran fe, a la intercesión de la Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento.

Sufrió asfixia por ahogamiento, se realizaron maniobras de resucitación durante 35 minutos, sin respuesta alguna de Paquito, el niño fue entubado, había recuperado el color, pero estaba flácido, sin respuesta motora, sus pupilas dilatadas no respondían a estímulos luminosos y no podía respirar por sí solo, su situación empeoraba, el viernes 22 tuvo una falla múltiple orgánica, y los médicos planearon empezar a retirar los recursos de soporte vital extremo, para no prolongar la agonía del niño. Este día las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, celebran una Misa Solemne en acción de gracias por la Aprobación Pontificia del Instituto, y a ella asistieron los familiares de Paquito, que seguían pidiendo junto con las religiosas, la intercesión de la Madre María Inés Teresa del santísimo Sacramento, para alcanzar la salud del niño. Esa noche empezó la mejoría. Cuando salió del peligro, se esperaba que hubiera amplias secuelas, especialmente en el aspecto neurológico. Francisco Javier, sin explicación científica, se recuperó totalmente.

El 3 de abril de 2009: Año Paulino, El Santo Padre Benedicto XVI declara «Venerable» a Madre María Inés Teresa Arias Espinosa. Constatando «que la Sierva de Dios practicó en grado heroico las virtudes cristianas».

El 27 de junio 2011: El Papa Benedicto XVI avaló un “milagro atribuido a la religiosa mexicana María Inés-Teresa, aprobando su elevación a los altares como beata de la Iglesia Católica.

Después de su muerte, su espiritualidad suscita nuevos grupos: en el 2004 nace el grupo Sacerdotal Madre Inés; en 2009, las vanclaristas consagradas toman el nombre de “Instituto de Misioneras Inesianas Consagradas”. Y en 2010, la Familia Eucarística pide formar parte de la Familia Inesiana por llevar la misma espiritualidad, , ella escribe esta oración nacida de su corazón de madre:

“Permíteme Señor, que sea yo para mis hermanos en religión, la estrellita que ilumine su sendero, la lucecita que les dé calor; que desde tu gloria siga fecundizando, con mi trabajo, mi oración, mi adoración beatífica, la semilla que deposité en la tierra para tu mayor gloria, para que fructifique más y más en las manos de los hijos que me han seguido en las tareas apostólicas”.

La Madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento, misionera mexicana sin fronteras, fue beatificada el 21 de abril de 2012, a las 11:00 a.m. en la Insigne Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe.

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Nuestros patrones
San José

San José fue el esposo de la Virgen María y el padre adoptivo de Jesús. La Biblia nos lo presenta como un hombre bueno, justo y trabajador. Era carpintero y artesano, y con su esfuerzo cuidó y sostuvo a la Sagrada Familia.
Su vida nos enseña el valor del trabajo hecho con amor y dedicación, y cómo desde lo sencillo se puede colaborar en los planes de Dios.
San José es patrono de toda la Iglesia, y también es copatrono de nuestra Congregación, las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento. Desde los inicios, Madre María Inés lo eligió como protector de esta obra misionera, confiando en su ayuda y guía para acompañar a los misioneros en su camino.
Hoy seguimos sintiendo su cercanía, su silencio lleno de fe y su protección como padre amoroso.

Nuestros patrones
Virgen de Guadalupe

La Virgen de Guadalupe se apareció en 1531 a Juan Diego, un hombre sencillo y creyente, en el cerro del Tepeyac (hoy parte de la Ciudad de México). Le pidió que se construyera un templo en ese lugar, como muestra de su amor y cercanía con su pueblo.
Desde entonces, la Virgen de Guadalupe es una madre muy querida, especialmente por los pueblos de América Latina. Ella es un símbolo de consuelo, esperanza y ternura para quienes confían en su intercesión.
Para nosotras, las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, la Virgen de Guadalupe tiene un lugar muy especial. El 12 de diciembre de 1930, durante su profesión religiosa, nuestra fundadora Madre María Inés Teresa vivió una experiencia espiritual profunda: sintió en su corazón que la Virgen le prometía acompañarla en su misión y darle las gracias necesarias para tocar los corazones de muchas personas
Desde ese día, María de Guadalupe es nuestra patrona y madre espiritual, y sabemos que camina con nosotras en cada paso de nuestra vocación misionera.

Alegría

La alegría es una marca que queremos llevar siempre. Nuestra sonrisa no es solo por fuera, es una expresión de lo que sentimos por dentro: una gratitud profunda por ser llamadas por Dios y amadas por Él. Esa alegría brota de sabernos suyas, de saber que nuestra vocación es un regalo.

Eucaristía

Para nosotras, Jesús en la Eucaristía lo es todo. Él es quien nos guía, quien nos ama y nos da fuerza. La misa, la adoración, y todo lo que rodea al Santísimo Sacramento es el centro de nuestra vida. Es el alimento que nos nutre el alma y el corazón.

Mariana

Tenemos un cariño muy especial por la Virgen María. Ella es nuestra Madre, nuestra guía y nuestro refugio. En especial, reconocemos a la Virgen de Guadalupe como nuestra patrona. A Ella le confiamos nuestros sueños, nuestras misiones y la conversión de las almas.

Misionera

Nuestra forma de ser misioneras no siempre es viajando o predicando con palabras. Muchas veces nuestra misión es rezar, ofrecer sacrificios y estar disponibles para ayudar en la conversión de los corazones. A través de la oración y el servicio, buscamos acercar a las personas al amor de Dios.

Sacerdotal

Sentimos que Jesús nos invita a seguirlo muy de cerca, como lo hizo en su vida pública, entregándose completamente a los demás. Nosotras también queremos vivir así: dándonos sin reservas y agradeciendo la oportunidad de ofrecer nuestra vida por amor, igual que lo hizo Él. Queremos ser una especie de «ofrenda viva», unidas a Jesús Sacerdote, para el bien de todos.