
Mi nombre es Elizabeth Salgado, soy una hermana de votos perpetuos y hoy comparto la experiencia maravillosa de la misión en Argentina, realizada específicamente en Córdoba.
Haber llegado a esa misión fue una bendición inmerecida, un regalo inesperado, siempre había deseado una experiencia pastoral porque antes de eso mi apostolado se había realizado en escuelas en México.
¿Cómo llegue? En un vuelo larguísimo, con el corazón latiendo muy rápido y despidiéndome por primera vez de mi país, me sentía como mis heroicas hermanas cuando partieron a Japón o a la India y aunque Argentina está en el mismo continente americano yo sentía en el corazón que me entregaría igual que ellas a una misión en la que entregaría todo de mí.
El recibimiento fue cálido, las hermanas ya me esperaban con alegría y yo ya deseaba verlas, las personas de la parroquia me recibieron desde el principio con abrazos afectuosos y con un español que al principio me costó entender, aunque creo que ellos tampoco me entendían, fue muy divertido.
Integrarse a la misión y al apostolado fue todo un reto, pero todos los días se aprende, las personas ahí son buenos maestros, enseñan la esperanza, la caridad, la bondad y me enseñaron que cada gesto, cada sonrisa tiene un valor extraordinario, finalmente comprendí que ese es esencialmente el sentido de mi vocación, quizá no es para realizar obras extraordinarias, llamativas o deslumbrantes, sino en la entrega sencilla, completa, incondicional de mi vida.

Para mi ahora la misión tiene siempre un rostro, el nombre de cada persona que ha pasado por mi historia dejando huella imborrable y en cada rostro la sonrisa transparente de un Dios que me sonríe a través de ellos.



