“María caminó con nosotros: un Mes del Rosario que deja huellas en el corazón”

“María se levantó y partió sin demora hacia la región montañosa.” — Lucas 1, 39 Como María, también nosotros hemos caminado durante este Mes del Rosario, dejándonos guiar por su amor de Madre. En cada misterio, ella nos ha llevado de la mano hacia Jesús y nos ha recordado que Dios sigue actuando con ternura en nuestra vida diaria.

Como María, también nosotros hemos caminado durante este Mes del Rosario, dejándonos guiar por su amor de Madre. En cada misterio, ella nos ha llevado de la mano hacia Jesús y nos ha recordado que Dios sigue actuando con ternura en nuestra vida diaria.

Natasha Lopez Irazusta (natiilustra.uy)

Como María, también nosotros hemos caminado durante este Mes del Rosario, dejándonos guiar por su amor de Madre. En cada misterio, ella nos ha llevado de la mano hacia Jesús y nos ha recordado que Dios sigue actuando con ternura en nuestra vida diaria.

Un mes que nos llenó de gracia y esperanza

El Mes del Rosario está por concluir, y con él llega el momento de mirar atrás y reconocer cómo la Virgen María ha caminado a nuestro lado durante estas semanas de oración y contemplación. Octubre nos ofreció la oportunidad de redescubrir la belleza del Rosario, esa oración sencilla que nos une profundamente a Jesús a través del corazón de su Madre.

A lo largo de este mes, cada Ave María fue como un paso compartido con María. En cada misterio, ella nos tomó de la mano para mostrarnos cómo vivir con fe, esperanza y amor en medio de nuestras realidades cotidianas.

María, compañera fiel en el camino

En los días de alegría y también en los de dificultad, María no dejó de caminar con nosotros. Como Madre, nos acompañó en nuestras preocupaciones, nos consoló en los momentos de cruz y nos invitó a mirar con confianza hacia Dios, aun cuando el camino parecía incierto.

Durante este mes, al meditar los misterios del Rosario, aprendimos con ella a contemplar la vida de Jesús: su encarnación, su entrega, su pasión y su gloria. María nos enseñó que seguir a Cristo es un camino de amor que siempre conduce a la paz del corazón.

El Rosario: escuela de fe y de amor

Rezar el Rosario es mucho más que una práctica piadosa. Es un encuentro con Dios a través del ejemplo de María. Cada decena nos ayudó a detenernos, a respirar y a mirar el mundo con una nueva luz. En familia, en comunidad o en silencio, el Rosario fue un espacio de encuentro y consuelo.

Aunque el mes de octubre termine, el llamado de la Virgen sigue vigente:

María sigue caminando con nosotros

Este mes del Rosario puede haber concluido, pero María no deja de acompañarnos. Su presencia maternal continúa en nuestra vida diaria, invitándonos a mantener la oración viva y a confiar plenamente en Dios. Sigamos caminando con María, dejando que ella nos conduzca siempre hacia su Hijo Jesús, fuente de todo amor y esperanza.

Después de haber caminado juntos este Mes del Rosario y haber sentido cómo María nos guía y nos acompaña en cada misterio, es importante que también conozcamos de dónde nace esta oración tan profunda y querida por la Iglesia.

En un mundo donde abundan distintas versiones y formas de rezar el Rosario, queremos volver a las raíces, al corazón mismo de esta devoción mariana que ha dejado huellas en la historia y en la vida de los santos.

Por eso, te invitamos a ver este video que nos ayuda a comprender cómo comenzó el Rosario, cómo fue inspirado, y por qué ha permanecido como una oración sencilla, pero tan poderosa. Conocer su origen nos permitirá vivirlo con mayor amor y autenticidad, sabiendo que cada Ave María nos une más a Jesús a través de María.

Pbro. Jose de Jesus Aguilar

Al conocer la historia del Santo Rosario, comprendemos que esta oración no nació por casualidad, sino del deseo de la Iglesia de contemplar, junto con María, los misterios de la vida de Jesús.

Cada cuenta del Rosario es una huella de fe, una semilla de amor que Ella va dejando en nuestro corazón cuando caminamos de su mano.

Ahora, después de haber recordado sus orígenes y su profundo significado, te invito a ponernos en actitud de oración.
Pidamos a la Virgen María que siga caminando con nosotros, que su presencia maternal nos ayude a vivir lo que hemos rezado y meditado durante este Mes del Rosario.

María caminó con nosotros y dejó su huella en nuestro corazón.
Ahora, su ternura nos invita a mirar con amor a los más pequeños.

El próximo mes estará dedicado a los niños, esos corazones puros que nos enseñan a creer y a sonreír como Jesús.

Te invito a seguir este nuevo camino lleno de esperanza y alegría en nuestro espacio de Familia inesiana

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Nuestros patrones
San José

San José fue el esposo de la Virgen María y el padre adoptivo de Jesús. La Biblia nos lo presenta como un hombre bueno, justo y trabajador. Era carpintero y artesano, y con su esfuerzo cuidó y sostuvo a la Sagrada Familia.
Su vida nos enseña el valor del trabajo hecho con amor y dedicación, y cómo desde lo sencillo se puede colaborar en los planes de Dios.
San José es patrono de toda la Iglesia, y también es copatrono de nuestra Congregación, las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento. Desde los inicios, Madre María Inés lo eligió como protector de esta obra misionera, confiando en su ayuda y guía para acompañar a los misioneros en su camino.
Hoy seguimos sintiendo su cercanía, su silencio lleno de fe y su protección como padre amoroso.

Nuestros patrones
Virgen de Guadalupe

La Virgen de Guadalupe se apareció en 1531 a Juan Diego, un hombre sencillo y creyente, en el cerro del Tepeyac (hoy parte de la Ciudad de México). Le pidió que se construyera un templo en ese lugar, como muestra de su amor y cercanía con su pueblo.
Desde entonces, la Virgen de Guadalupe es una madre muy querida, especialmente por los pueblos de América Latina. Ella es un símbolo de consuelo, esperanza y ternura para quienes confían en su intercesión.
Para nosotras, las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, la Virgen de Guadalupe tiene un lugar muy especial. El 12 de diciembre de 1930, durante su profesión religiosa, nuestra fundadora Madre María Inés Teresa vivió una experiencia espiritual profunda: sintió en su corazón que la Virgen le prometía acompañarla en su misión y darle las gracias necesarias para tocar los corazones de muchas personas
Desde ese día, María de Guadalupe es nuestra patrona y madre espiritual, y sabemos que camina con nosotras en cada paso de nuestra vocación misionera.

Alegría

La alegría es una marca que queremos llevar siempre. Nuestra sonrisa no es solo por fuera, es una expresión de lo que sentimos por dentro: una gratitud profunda por ser llamadas por Dios y amadas por Él. Esa alegría brota de sabernos suyas, de saber que nuestra vocación es un regalo.

Eucaristía

Para nosotras, Jesús en la Eucaristía lo es todo. Él es quien nos guía, quien nos ama y nos da fuerza. La misa, la adoración, y todo lo que rodea al Santísimo Sacramento es el centro de nuestra vida. Es el alimento que nos nutre el alma y el corazón.

Mariana

Tenemos un cariño muy especial por la Virgen María. Ella es nuestra Madre, nuestra guía y nuestro refugio. En especial, reconocemos a la Virgen de Guadalupe como nuestra patrona. A Ella le confiamos nuestros sueños, nuestras misiones y la conversión de las almas.

Misionera

Nuestra forma de ser misioneras no siempre es viajando o predicando con palabras. Muchas veces nuestra misión es rezar, ofrecer sacrificios y estar disponibles para ayudar en la conversión de los corazones. A través de la oración y el servicio, buscamos acercar a las personas al amor de Dios.

Sacerdotal

Sentimos que Jesús nos invita a seguirlo muy de cerca, como lo hizo en su vida pública, entregándose completamente a los demás. Nosotras también queremos vivir así: dándonos sin reservas y agradeciendo la oportunidad de ofrecer nuestra vida por amor, igual que lo hizo Él. Queremos ser una especie de «ofrenda viva», unidas a Jesús Sacerdote, para el bien de todos.