Llevando las redes a las redes

Mi deseo más profundo es que cada persona pueda experimentar el amor que me ha transformado. No soy yo: es Él

Mi deseo más profundo es que cada persona pueda experimentar el amor que me ha transformado. No soy yo: es Él

Soy la Hermana Fabiola, tengo 27 años y, aunque nací en Oaxaca, parte de mi infancia la viví en Santa Bárbara, California. Entré a mi amada Congregación a los 15 años, sí, era muy joven, pero Dios tiene sus tiempos y su manera de sorprendernos: me llamó justo en el momento preciso.

Crecí en una familia católica, pero también en medio de un ambiente difícil, donde las pandillas y la violencia eran parte del paisaje. Desde pequeña escuchaba que las monjas eran “buenas” y dentro de mí nació ese deseo de ser como ellas, aunque ni siquiera entendía del todo qué significaba. Más tarde, en mi adolescencia, llegaron las dudas de fe, la lucha interna de regresar a Oaxaca y una crisis existencial enorme: no sabía quién era, qué quería o para qué estaba en este mundo. En mi pueblo, muchas chicas ya tenían claro su futuro, y yo solo tenía preguntas. Pero justo ahí, en medio de mi vacío, Dios salió a mi encuentro. Y a los 13 años sentí con fuerza que Él me llamaba a seguirle.

Tras un tiempo de acompañamiento, conocí a las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento. El 2 de septiembre de 2013 crucé la puerta del convento y mi vida cambió para siempre. Hoy, después de 12 años de este camino y unos meses que emití mis votos perpetuos, puedo decirte algo con el corazón: lo más bello de la vida consagrada es pertenecer totalmente a Dios. Y si volviera a nacer, volvería a decirle “sí”.

Lanzar las redes a las redes

Nunca imaginé que el Señor me pediría dar un paso más: entrar en el mundo de las redes sociales. Al inicio me resistí, me daba miedo, vergüenza, incluso me cuestionaba si eso era realmente para mí. Pero en un curso de evangelización digital muchas personas me animaron: “Hermana, usted tiene que compartir en redes”. Y un día, una de mis hermanas me dijo: “Hazlo, aunque sea con miedo y vergüenza. Tal vez esa es la voz de Dios que te llama allí”.

Así que me lancé. Le dije al Señor: “Si Tú lo quieres, vamos. Duc in altum: ¡a lo profundo, por Ti!”. Y comencé esta aventura. Han pasado ya algún tiempo, pero en cada publicación le pido a Jesús que sea Él quien hable y quien toque los corazones.

¿Por qué estar en redes?

Simple: porque ¡Urge que Cristo reine! Y para que reine, primero alguien tiene que conocerlo y amarlo. Jesús caminó kilómetros sin cansarse para llegar a cada pueblo. Los apóstoles y los santos se arriesgaron para llevar la Buena Nueva a lugares lejanos y peligrosos. Hoy, las redes sociales son ese nuevo territorio: el “sexto continente” donde también podemos llevar a Cristo.

Instagram, TikTok, YouTube… son lugares llenos de personas buscando sentido. Si ahí está la gente, ahí también podemos llevar a Jesús. No para imponer, sino para comprender, acompañar y abrir caminos hacia lo bueno, lo bello y lo verdadero.

Todo por Él

Mi deseo más profundo es que cada persona pueda experimentar el amor que me ha transformado. No soy yo: es Él. Y cada día me pregunto: “¿Estoy mostrando a Cristo o solo mostrándome a mí?”. Porque evangelizar no es hacer un show; es dejar que Dios brille.

Te pido una oración por mí, para que nunca me pierda y siempre pueda dar a Dios. Yo, desde este lado de la pantalla, ya estoy orando por ti. No sé quién eres, pero sé que Dios sí te conoce, y eso basta.

Nunca olvidemos: ¡Todo por Jesús, María y las almas!. Si lo tenemos a Él, tenemos todo. Y si lo perdemos de vista, lo perdemos todo.

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Nuestros patrones
San José

San José fue el esposo de la Virgen María y el padre adoptivo de Jesús. La Biblia nos lo presenta como un hombre bueno, justo y trabajador. Era carpintero y artesano, y con su esfuerzo cuidó y sostuvo a la Sagrada Familia.
Su vida nos enseña el valor del trabajo hecho con amor y dedicación, y cómo desde lo sencillo se puede colaborar en los planes de Dios.
San José es patrono de toda la Iglesia, y también es copatrono de nuestra Congregación, las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento. Desde los inicios, Madre María Inés lo eligió como protector de esta obra misionera, confiando en su ayuda y guía para acompañar a los misioneros en su camino.
Hoy seguimos sintiendo su cercanía, su silencio lleno de fe y su protección como padre amoroso.

Nuestros patrones
Virgen de Guadalupe

La Virgen de Guadalupe se apareció en 1531 a Juan Diego, un hombre sencillo y creyente, en el cerro del Tepeyac (hoy parte de la Ciudad de México). Le pidió que se construyera un templo en ese lugar, como muestra de su amor y cercanía con su pueblo.
Desde entonces, la Virgen de Guadalupe es una madre muy querida, especialmente por los pueblos de América Latina. Ella es un símbolo de consuelo, esperanza y ternura para quienes confían en su intercesión.
Para nosotras, las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, la Virgen de Guadalupe tiene un lugar muy especial. El 12 de diciembre de 1930, durante su profesión religiosa, nuestra fundadora Madre María Inés Teresa vivió una experiencia espiritual profunda: sintió en su corazón que la Virgen le prometía acompañarla en su misión y darle las gracias necesarias para tocar los corazones de muchas personas
Desde ese día, María de Guadalupe es nuestra patrona y madre espiritual, y sabemos que camina con nosotras en cada paso de nuestra vocación misionera.

Alegría

La alegría es una marca que queremos llevar siempre. Nuestra sonrisa no es solo por fuera, es una expresión de lo que sentimos por dentro: una gratitud profunda por ser llamadas por Dios y amadas por Él. Esa alegría brota de sabernos suyas, de saber que nuestra vocación es un regalo.

Eucaristía

Para nosotras, Jesús en la Eucaristía lo es todo. Él es quien nos guía, quien nos ama y nos da fuerza. La misa, la adoración, y todo lo que rodea al Santísimo Sacramento es el centro de nuestra vida. Es el alimento que nos nutre el alma y el corazón.

Mariana

Tenemos un cariño muy especial por la Virgen María. Ella es nuestra Madre, nuestra guía y nuestro refugio. En especial, reconocemos a la Virgen de Guadalupe como nuestra patrona. A Ella le confiamos nuestros sueños, nuestras misiones y la conversión de las almas.

Misionera

Nuestra forma de ser misioneras no siempre es viajando o predicando con palabras. Muchas veces nuestra misión es rezar, ofrecer sacrificios y estar disponibles para ayudar en la conversión de los corazones. A través de la oración y el servicio, buscamos acercar a las personas al amor de Dios.

Sacerdotal

Sentimos que Jesús nos invita a seguirlo muy de cerca, como lo hizo en su vida pública, entregándose completamente a los demás. Nosotras también queremos vivir así: dándonos sin reservas y agradeciendo la oportunidad de ofrecer nuestra vida por amor, igual que lo hizo Él. Queremos ser una especie de «ofrenda viva», unidas a Jesús Sacerdote, para el bien de todos.